viernes, 1 de enero de 2010

Cuando el 8 es solo un número


¡Por fin! Los Juegos Olímpicos llegaron a Sudamérica. Y encima en la ciudad más alegre del mundo: Río de Janeiro. Cuando se dio a conocer la decisión de que Brasil, la octava potencia económica del mundo, fuera la anfitriona de los Dioses del Olimpo en el 2016 todos nos asombramos al escuchar los proyectos a realizarse en el territorio carioca. Una inversión de 8.500 millones de euros traducidos en 24 millones de árboles a plantar, un pabellón de cambios climáticos, mejoramiento en la línea de transportes, transformación del emblemático estadio Maracaná, etc. ¿Pero está preparado el país mas prospero de Sudamérica para que todo salga según lo previsto? ¿Cuenta con la capacidad y la voluntad política para hacerlo?

No es sorpresa que en la ciudad carioca donde habitan alrededor de seis millones de personas, de las cuales dos millones viven en alguna de las 620 favelas donde reina la violencia debido al narcotráfico y la represión policíaca, hayan muerto más de 12 personas en un enfrentamiento entre dos bandas de traficantes y la policía brasileña, que terminó con el derrumbe de un helicóptero de la Policía Militar. Lo que si sorprendió a todos fueron las polémicas declaraciones del Excelentísimo Presidente de este país, Luiz Inácio Lula da Silva, al decir que: “Vamos a limpiar la suciedad en Río de Janeiro”, refiriéndose a la delincuencia.

¿Traen estas declaraciones y el aumento de la represión policíaca alguna solución? La respuesta, obvia pero cierta, es no. Sobre todo cuando después de estas maravillosas palabras las muertes por violencia treparan a 25, que delincuentes tomarán una escuela y que los enfrentamientos entre las dos bandas más grandes de narcotraficantes – Comando Vermelho y Amigos de los Amigos – y la policía se incremente cada ves más.

El plan del Gobierno actual brasileño de cara a los Juegos Olímpicos de 2016 y el Mundial 2014 es tapar con infraestructura las partes pobres de la ciudad y aumentar la presencia policial y su equipamiento. Ah y lo más importante, erradicar a tres mil 500 familias que residen en seis favelas de las zonas norte de Río para poder concretar algunos de los proyectos que piensa realizar el Comité Olímpico Internacional (COI). También Brasil pretende, de cara a 2016, poner en marcha un proyecto de inserción de miles de jóvenes que van a recibir a través del deporte una salida contra la droga. Pero esto es absurdo si pensamos que el Gobierno de Lula, a principios de este año, recorto en un 85,69 por ciento el presupuesto del Ministerio del Deporte (ME). Lo que nos hace llegar a la conclusión de que el Estado, al parecer no apoya demasiado a sus deportistas amateurs. ¿Pero entonces que va a pasar? ¿De alguna manera mágica los problemas de drogas, exclusión social y violencia van a cesar? ¿Qué va pasar después de que los Juegos Olímpicos terminen?

Estas preguntas y muchas más son las que resuenan entre nosotros cuando pensamos en lo que se viene de cara a uno de los eventos deportivos grandes del mundo. Y sobre todo si recordamos lo que pasó durante los Juegos Panamericanos 2007, cuando en vísperas de los mismos el gobernador de Río, Sérgio Cabral aumentó la represión policial en busca de la “higiene social” de la ciudad, ocasionando entre febrero y junio (un mes antes de los Juegos) la muerte de miles de personas y heridos. Insistimos ¿Y después? Al parecer todo va dirigido a solucionar, o mejor dicho, a tapar durante 2014 y 2016 todos los problemas que sufre Brasil.